El perdón resulta ser una de las herramientas más románticas de la matrix, nos brinda la ilusión de superioridad y benevolencia sobre el Ser que debe ser perdonado, llegar al perdón no es un camino fácil, requiere de juzgar con detenimiento todo y a todos, incluso a nosotros mismos, para poder dar la sentencia final del perdón; un trabajo que solo el Ego puede realizar a la perfección y que el Espíritu en compasión de sí mismo logra boicotear de vez en vez.
El perdón es una vibración desconectada del Yo Superior; El Yo Superior no requiere ni de juzgar ni de perdonar, sabe que todo es parte de un acuerdo, sabe que así se eligió que debía ser, mucho tiempo antes de que fuera experiencia humana; dejamos de tener presente el camino más fácil hacia la reconciliación energética de cualquier conflicto, dejamos de lado la frecuencia divina del olvido cuando nos abrazamos con vehemencia a la ilusión del perdón.
El olvido al nivel más incondicional nos lleva a la balsa del desapego que nos lleva rió arriba dejando atrás circunstancias y personas que no requieren de nuestra superioridad sino de nuestro olvido y podemos continuar nuestra ascensión hacia lo profundo de nuestro ser en compañía de nuestra divinidad, dejando en paz la frecuencia divina de la otredad.
Hay una diferencia entre el perdonar y el sostener a alguien que está siendo responsable de sus acciones como parte de su propio aprendizaje, como parte de un recorrido en conjunto, este hecho no está basado en el perdón sino en la aplicación del aprendizaje, aprendemos que el fuego quema cuando ponemos la mano en la flama y no lo volvemos a hacer, no perdonamos al fuego por hacernos daño, entendemos que fuimos co-participes de ese daño y aprendizaje, olvidamos la quemadora situación, tomamos responsabilidad, sabemos por experiencia que nos daña y decidimos sabiamente no volver a poner la mano en el fuego (dejamos ir esa forma de relacionarnos con la otredad llamada fuego) sin embargo, seguimos nuestra relación amistosa con el fuego, aprendemos a usarlo para nuestro bienestar sin quemarnos, ninguno de los dos necesito perdón, solo olvidar lo que ya no es más (el dolor de la quemada) y usar herramientas que nos permitan crear en comunión, pero si seguimos quemándonos con el fuego, podríamos considerar que seguimos en una relación con nosotros mismos donde continuamente estamos perdonándonos por caer en la misma situación dolorosa.
Si lo llevamos a las relaciones humanas en las que querer brindar el perdón o recibirlo es asunto del Ego-Matrix, (el Ego es también una ilusión-creación de la matrix, pero eso es harina de otro costal) la continuidad de la relación depende de la soberbia del receptor y de la del dador y esta dará forma a la nueva relación, esto no es garantía de que la relación este en plena consciencia en el aquí y en el ahora, podemos vivir la vida completa con alguien a quien perdonamos pero que no olvidamos lo que nos hizo y lo haremos o lo veremos pagar por ello tarde o temprano, seguro veremos el karma hacerse cargo de ello, (como parte de la justicia divina que merecemos) cambiar esta última frecuencia es imposible desde el perdón a menos que este se bañe en el olvido y el pobre Ego muera porque ya no hay aire que lo avive dejando libre el paso para que el fuego le sirva al Ser.
Es un trabajo mayor el olvidar que el perdonar. La Fuente de donde todo surge vibra en amor y olvido, , no recuerda que nos quitó, sigue vaciando, no recuerda que ya nos dio, sigue dando, no puede perdonar una falta que no recuerda, Si nos conectamos con la divinidad escucharemos que no pregunta nada, porque no le interesa, quizá no es deber divino juzgar para poder perdonar, cuando nos conectamos con la divinidad nos entrega el silencio para que podamos escuchar, aprender y actuar a partir del cuerpo que elegimos como manifestación para nuestros espíritus, para poder entender y sentir lo que es abrazar el amor en compasión y consciencia plena.
Toda vida es sagrada por eso no necesita perdonar ni perdonarse, solo requiere de abrazarse y seguir adelante, ascender en la plena consciencia de quién se es permite responsabilizarse de ese conocimiento de que toda vida es sagrada y el valor y fortaleza humano reside en respetarla tal cual es, sin nuestra intención de modificar su esencia y en saber partiendo del amor cuándo es el momento de olvidar y dejar ir; olvidar es seguir adelante haciéndose cargo de las consecuencias de sus actos en el aquí y en el ahora y dejar de cargarlos en el siguiente instante que surge del que se acaba de consumir para seguir el recorrido en el camino de la ascensión.
Olvidemos, caminemos en compasión y abracemos el amor.